30 de Julio
7 de la mañana arriba, desayuno de algo parecido a hamburguesas callejeras y bolitas de pasta al vapor.
7:30 Nos montamos en las furgonetas y tras 3 horas de viaje, el chofer nos deja en un polvoriento camino y antes de que nos demos cuenta, se monta en la furgo y se va.
Estamos unas 10 personas, dos gabachas, dos o tres Ingleses, dos desconocidos, los tres vasquitos y el madrileño.
Nos hacemos los desentendidos haciendo ver que sabemos de que va la cosa, pero no se ve la muralla por ninguna parte y empezamos a pensar que nos han tomado el pelo.
Hace un calor agobiante y nadie se separa del grupo hasta ver que ocurre.
A eso de los 10 minutos aparece un lugareño, con sombrero de paja y menos dientes en la boca que el que suscribe, y con una especie de sonrisa nos hace un gesto para que le sigamos, sin girarse empieza a subir por un sendero, desde el principio es cuesta arriba, solo se ven montañas por todos los lados y el supuesto guia marca un ritmo de crucero.
Tras 40 minutos subiendo, todos sonreímos, ahí esta la Gran Muralla, también pasa por aquí, uffff
Nos subimos a la muralla por una trozo medio derruido, y el sonriente guia tras un breve descanso para sacar fotos y secarnos el sudor, nos dice por donde continuar.
Sabedores de nuestra "gran condición física", nos adelantamos del grupo y seguimos subiendo, ahora por encima de la muralla, llegamos al primer baluarte y nos paramos a contemplar el paisaje.
Espectacular, la gran muralla serpentea hacia ambos lados, subiendo y bajando las cimas hasta perderse en el horizonte, el sol en un cielo despejado ilumina los extensos bosque que la rodean y nosotros, o yo por lo menos, empiezo a ver a lo lejos las hordas barbaras que se van acercando, cuando estoy preparado para lanzar mi primera flecha, llega el resto del grupo y nosotros seguimos caminando.
El paseo dura unas tres horas, siguiendo el recorrido de la muralla, sacando fotos desde todos los ángulos y disfrutando del panorama, no se ve ni un alma.
Al llegar a la atalaya mas alta, todo sedientos, sorpresa, escondido hay un chino vendiendo refrescos y recuerdos, pierde un poco de encanto pero se agradece un te fresquito.
Después llegamos al pueblo y nos despedimos del simpático guia, no ha dicho ni una palabra, pero no ha dejado de sonreír.
Tras una comida popular en mesa redonda, a ver quien come mas rápido y Oscar haciendo amigos, de vuelta a Beijing.
A la tarde vamos al barrio tartaro de Beijing, situado al noroeste de la ciudad prohibida, lugar de esparcimiento de los chinos, el barrio se extiende a la orilla de los lagos Beihai,Qianhai y Houhai, es una zona para pasear, llena de bares, acogedores restaurantes y de cientos de tiendas en la que es mejor no pararse mucho a mirar, Antton y yo hacemos las compras del año, nuestros diarios de viaje y las camisetas del Dragón ... fiel reflejo de por lo menos una de mis personalidades y bromas del viaje ...
Tras una cena de aventura, pedimos los platos sin saber que son, la carpa gigante tiene muchas espinas pero la cerveza esta fresca, nos vamos para el hotel.
Llueve, por lo tanto no hay taxis ... tras una hora llegamos al hotel, hemos tenido paciencia y hoy llegamos secos ... la experiencia ....
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